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El señor de los crímenes
05x38 El inocente crimen de El Monchito

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23/5/2025 · 33:43
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El señor de los crímenes

Descripción de 05x38 El inocente crimen de El Monchito 3r2h51

El 11 de enero de 1951, Ramón Oliva Márquez, El Monchito, mató a Juana Arribas en su domicilio de la calle Écija, en Madrid. La atacó con una rasqueta, la golpeó brutalmente y, como la mujer intentó ganar la puerta arrastrándose por el suelo, la remató cortándole el cuello con un cuchillo. Fue detenido y condenado a muerte. El debate que se abrió fue si era responsable de sus actos. Algunos sostenían que era un "tonto". Los médicos señalaron que tenía la mente de un niño de 12 años. Pero la Justicia entendió que los hechos demostraban que había actuado con conocimiento de causa. Twitter: @FPCaballero y @ESCrimenes Instagram: @FPCaballero Correo: [email protected] ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/1199536 f1t2w

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¡Hola! Aquí comienza El Señor de los Crímenes. ¿Qué tal estás? Espero que muy bien. Muchas gracias por acudir a esta cita semanal con El Señor de los Crímenes. Hoy vamos a hablar de la Crónica Negra, como siempre, y si te parece bien, vamos a afrontar esos mantras que siempre se repiten cuando se comete un crimen, especialmente en los violentos, pero en general siempre sale alguien que dice, no, esto es obra de alguien que no está bien de la cabeza o se le ha ido la cabeza.

Ya te he explicado muchas veces que los asesinos obran según sus propias necesidades y siempre eligen, toman un camino porque les va bien. Hay otros casos en los que también se intenta defender al asesino porque esto es algo que de manera natural surge. No sé si es porque hay personas muy buenas que quieren encontrar siempre alguna justificación a los comportamientos violentos o porque nos negamos a aceptar simplemente que hay personas que eligen el mal porque les va bien.

Pero además de decir que el que mata es un loco, ya lo hemos desmentido, las personas que tienen algún tipo de enfermedad mental no sólo no matan, sino que suelen estar perfectamente integradas. Al contrario, suelen estar mucho más reprimidas que las personas, digamos, que no tienen ninguno de estos problemas y si causan algún daño suelen ser pequeños y a ellos mismos y a las personas que las rodean, porque ya bastante difícil es tener que lidiar con uno de estos problemas.

Pero cuando no se trata de un enfermo, pues alguien dice, pues entonces es que es alguien que no ha sabido valorar la situación, que no tiene muchas luces y entonces ha recurrido a la violencia. Vamos que para matar o se está mal de la cabeza o se tienen las capacidades disminuidas o, dicho en plata como hablaban en aquellos años, o se está loco o se es tonto.

Y con esto mucho cuidado porque cuando uno se pone a analizar un suceso se da cuenta de que no hay ninguna de estas dos cosas. Que el asesino siempre mata por su propio beneficio, aunque nosotros creamos que es algo absolutamente inconcebible que una persona mate pues para obtener placer, para pasárselo bien, para robar, por envidia, por odio. Pero esto ocurre. El asesino sólo está centrado en sí mismo.

Y te lo cuento porque hoy vamos a hablar de un crimen célebre, el que cometió Ramón Oliva Márquez, al que llamaban el Monchito y que todavía en los círculos criminológicos pues se recuerda como alguien que era muy inocente, que realmente no sabía muy bien lo que hacía, que tuvo esta explosión violenta pues porque él quería conseguir una serie de cosas y no supo diferenciar lo que estaba bien de lo que estaba mal. En la justicia de la época ya te adelanto que no hubo duda alguna.

El crimen era absolutamente brutal y este chico fue capaz de matar y de seguir con su vida como si nada hubiera ocurrido. Hasta que lo detuvieron, claro. Y sí, tenía esa apariencia inofensiva contra la que tenemos que estar absolutamente prevenidos porque el asesino no tiene por qué tener cara de malvado. No te confíes cuando te dicen eso de que, oye, tú ves a alguien extraño por la calle y te cambias de acera y ya estás más seguro. Pues a lo mejor te cambias de acera, te encuentras con un guaperas y ese es el que te mata o te viola.

El asesino no tiene rostro y donde tenemos que fijarnos siempre es en el comportamiento. Aquí, en el caso de Ramón Oliva Márquez, sólo hay que ver que actúa porque busca su propio beneficio y lo hace con un orden absolutamente claro. Él tenía una vida normal, había trabajado en distintos sitios, había sido chapista, aprendiz en un taller de coches, también pintor. Lo cierto es que cuando se decide por cometer un crimen, lo hace donde él sabe que tiene muchas oportunidades. Porque él había estado trabajando en un taller como ayudante, como chico de familia.

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