
Descripción de La conquista silenciosa 6i5a4v
El libro ‘Apple en China’ habla de cómo China convirtió a Apple de conquistador en conquistado, cómo fue domesticada cuando la narrativa anterior era justo la inversa.<br><br>Profundiza:<br><br><li><a href="URL">Título</a></li><br>a con el autor:<br><br><li>X: <a href="https://x.com/jlacort">@jlacort</a></li><li>Bluesky: <a href="https://bsky.app/profile/lacort.bsky.social">@lacort</a></li><li>Mail: <a href="mailto:[email protected]">[email protected]</a></li><br>Loop Infinito es un podcast de Applesfera sobre Apple y su ecosistema, publicado de lunes a viernes a las 7.00 h (hora española peninsular). Presentado por Javier Lacort. Editado por Alberto de la Torre. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/757774 1m61j
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Hola, bienvenidos a Looping Finito, el podcast diario de Pelesfera sobre Apple y su ecosistema.
Yo soy Javier Lacorte y empezamos.
Hay libros que llegan en el momento perfecto para hacerte repensar todo lo que querías saber sobre un tema, y en este caso es uno de estas ocasiones. El libro es Apple en China, tal cual. Creo que está en inglés todavía solo. Aún no lo he visto traducido al castellano, pero en cualquier caso es un libro de Patrick McGee, que es uno de estos libros que te hacen repensar mucho lo que creías tú que ya sabías. En este caso, la tesis central del libro es incómoda, pero muy reveladora, que es que Apple no conquistó China, sino que fue China quien conquistó a Apple.
Es un poco la frase resumen del libro y la lectura más tangencial que puedo hacer. No es una historia de víctimas y de verdugos, sino que es una cosa mucho más sutil y por eso también creo que mucho más interesante. En este libro se disecciona muy bien cómo la que ha sido hasta hace nada, y seguramente lo volverá a ser pronto, la empresa más bariza del mundo, acabó siendo domesticada por un régimen que nunca ha compartido sus valores, pero que entendió muy bien sus debilidades.
Durante muchos años hemos visto esta relación desde nuestra perspectiva occidental, un poco más neutral en el caso de los europeos, pero occidental al fin y al cabo. Apple llevó innovación, empleos, modernidad a un país como China y Apple democratizó a su manera, con todas las comillas que queráis, el a productos . Apple fue una especie de caballo de troya de nuestros valores, nuestra forma de ver el mundo en China. Pero McGee le da la vuelta al relato y cuando lo hace todo cobra otro sentido. Más incómodo, creo, pero más real también.
El 15 de marzo de 2013, en el Día del Consumidor Chino, hubo un programa de denuncia muy visto en la televisión estatal china que señalaba a Apple por dar un trato desigual a sus clientes en comparación al de otros países. Era una acusación técnicamente no muy importante, no demasiado importante. Simplemente comentaban que estaban usando piezas reacondicionadas en las reparaciones del iPhone en China. Eso en Cupertino sonaba ridículo porque las garantías de Apple eran prácticamente idénticas en todo el mundo y la respuesta inicial fue la previsible.
Nuestro servicio es incomparable, algo así. Error. Lo que siguió fue una campaña de descrédito orquestada desde el aparato mediático del régimen chino. No fue espontánea, no fue casual. Era una exhibición de poder, digamos, una demostración de poderío. Fue un mensaje que, de paso, no solamente lo estaban enviando a Apple, sino a cualquier multinacional occidental. Aquí las reglas las ponemos nosotros. Tres semanas después, Tim Cook se vio obligado a publicar una carta de disculpa, además escrita en mandarín. No fue solamente una disculpa por las políticas de garantía y cómo habían encajado esa queja estatal, digamos, sino que era algo más. Era casi una reverencia, el feo de la empresa, ya casi en ese momento más poderosa del mundo, pidiendo perdón a lo que no dejaba de ser y no deja de ser un régimen autoritario.
Ese momento marcó un antes y un después porque Apple entendió muy bien su fragilidad en China y también entendió que si quería seguir operando allí no bastaba con hacer grandes productos, sino que había que entregar algo más. Durante muchos años, Apple ha estado narrando su relación con China como una especie de historia de beneficio mutuo. China ofrecía mano de obra barata, lo cual ya no es tan así, y Apple creaba empleos. China proporcionaba esa flexibilidad a la hora de la fabricación y Apple aportaba la tecnología. Era una especie de intercambio bastante justo entre los socios comerciales. Pero lo que cuentan aquí va bastante más allá. Apple eligió China únicamente por los costes, esto ya más o menos lo podíamos saber.
La eligió por lo que seguramente ningún otro país del mundo en ese momento, y ahora difícilmente, puede ofrecer, que es la capacidad de escalar sin límites, de pasar de 0 a 200 millones de iPhone fabricados al año en muy poco tiempo y de coordinar una cadena de suministro con cientos de proveedores y de mantener ese ritmo frenético de lanzamientos que ha estado marcando Apple esos 15 años. Y Apple se entregó por completo, no solamente ha estado fabricando en China, ha formado a su mano de obra, ha instalado su maquinaria, ha enviado a sus mejores ingenieros. Llegó a tener más de 7.000 millones de dólares en equipamiento propio dentro de fábricas chinas. En la práctica, Apple se acabó convirtiendo en una de las mayores inversores extranjeras del país.
Pero hay un detalle muy interesante, que es que, pese a toda esa inversión, Apple no tenía ni un solo alto ejecutivo residiendo permanentemente en China, ningún líder político en su equipo y ninguna estrategia diplomática ni ningún plan de contingencia. Apple había construido una especie de cátedra industrial sin saber del todo en qué terreno la había erigido. Una de las ideas más chulas del libro, que más me han impactado y sorprendido y he tenido ganas de contárselo aquí, es cómo han reordenado la narrativa clásica de esta relación. No fue Apple quien explotó, entre comillas, a China, quitarle la parte negativa. Fue China quien supo aprovecharse de Apple y de su urgencia, de su necesidad de márgenes. Maquinaria,
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