
Miércoles 11 de junio - Mateo 5, 17-19. No he venido a abolir, sino a dar plenitud. 5j1i6r
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Meditación del día 11 de junio de 2025 Palabra de Vida 6731y
Este contenido se genera a partir de la locución del audio por lo que puede contener errores.
No he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Todavía hay personas que creen que hay un choque entre lo que es el Antiguo Testamento, la Biblia, cuando todavía no apareció el Mesías, y el Nuevo Testamento.
Jesús no es un revolucionario, en el sentido comunista de la palabra, que venga a romper con todo lo anterior, que quiera hacer esa revolución radical con el pueblo hebreo.
Todo lo contrario. Dice, yo no he venido a abolir, he venido a dar plenitud.
Es decir, a dar el verdadero significado de las cosas que fueron anunciadas por Dios, tanto a Abraham, como a los patriarcas, como luego a Moisés, y a través de los profetas.
Y por tanto, Jesús no reniega, por supuesto, y no elimina nada del Antiguo Testamento.
Es verdad que los antiguos sacrificios que se hacían en el Templo de Jerusalén quedan superados por el sacrificio de Jesucristo en la cruz.
No significa que esos sacrificios estuvieran sentidos en un momento, pero cuando llega el Mesías, todo demás se aparta.
Y por eso, fijaos, Jesús no quiere quitar nada de lo malo.
Jesús también, cuando llega a tu alma, no quiere como decir, como ya ha llegado a ti, ahora todo lo anterior no vale para nada.
No. Seguro que hay muchas cosas muy buenas dentro de ti, que las hiciste tal vez sin conocer a Cristo, o que te salen de un modo natural.
No, no. Esto como no es de Cristo, fuera.
No viene a destruir la naturaleza humana.
No viene a suprimirla.
Viene a elevarla y a mejorarla.
Y, por tanto, siempre la Iglesia ha enseñado que todo lo bueno que existe previo al conocimiento de Cristo tiene también un grandísimo valor.
Siempre y cuando efectivamente sea bueno, sea conforme al derecho natural.
Y, por tanto, cuando un cristiano llega, no va y arrasa con todo.
Y, de hecho, la Iglesia siempre ha tenido una capacidad de inculturarse en el sentido de respetar las culturas y los trumbes, tradiciones, que sean, por supuesto, conformes a la humanidad y potenciarlas dándole un significado verdadero, que es el significado de Cristo, el significado del amor de Dios por los hombres.
Y, por eso, no pienses que el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento son como dos trenes que chocan.
Para nada.
No pienses que todo lo que hay en ti, que a lo mejor no viene de Cristo, no viene de la Iglesia, tiene que ser malo. Para nada.
Hay una sana autonomía entre lo temporal y lo sobrenatural, entre las cosas que enseña la Iglesia y las cosas que enseñan las ciencias, la lógica, la razón humana.
Jesús no quiere destruir nada de lo que es bueno, de lo que es verdadero y de lo que es bondadoso.
Y nosotros ahí no tenemos la exclusiva ni el monopolio ni de la verdad científica, ni de las verdades naturales, todo lo contrario.
Estamos abiertos, escuchamos y lo hacemos perfectamente compatible con la fe.
Y, por tanto, dale gracias a Jesús. ¿Por qué? Porque Él va a sacar lo mejor de ti.
Sin destruir todo lo bueno que hay, va a sacar lo mejor para que esas cosas buenas que están en ti, las lleves a plenitud.
Les des el verdadero significado y te convierten en una persona feliz.
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