T02:E17 El Chico del Rifle:: Kip Kinkel 5a3g2f

¿Por qué matan los niños? Este es el caso de Kid Kinkle, el adolescente que escuchaba voces.

Cuando un adulto mata, buscamos motivos, pero cuando un niño o en este caso un adolescente comete un asesinato, la pregunta es otra, ¿cómo llegó hasta allí sin que nadie lo detuviera? Hay algo profundamente perturbador en la idea de un monstruo que no nace, sino se construye.

Poco a poco, día tras día, en pasillos escolares, en el silencio de un hogar que parece perfecto, en las grietas invisibles del alma de un niño que simplemente no encaja.

Nuestro protagonista de hoy tenía sólo 15 años cuando mató a sus padres y luego abrió fuego en la cafetería de su escuela en Oregón.

Esto sucedió en 1998.

Disparó contra todos sus compañeros como si fueran blancos de tiro.

Mató a dos chicos e hirió a más de 20 personas.

Cuando fue reducido, llevaba un abrigo con más municiones y una bomba casera.

Pero lo más aterrador no fue su puntería, fue su mirada vacía.

Y su diario, en sus notas privadas, escribió frases como «Odio todo, odio este maldito mundo, mi cabeza no está bien, no me alivia en nada, ni siquiera matar».

¿Era un monstruo o era un niño roto desde dentro? Desde la psicología, este chico representa un caso extremo de tormenta perfecta, trastornos psiquiátricos no diagnosticados a tiempo, genética de enfermedad mental, presión escolar, frustración social, a armas y alucinaciones auditivas.

Aseguraba que escuchaba voces que le decían que debía matar, que no tenía otra opción.

Muchos creen que eso fue una excusa, pero los expertos que lo evaluaron encontraron signos claros de esquizofrenia paranoide, una mente que estaba comenzando a fracturarse y nadie lo tocó lo suficiente.

Sus padres, ambos profesores, intentaron ayudarlo, lo llevaron a la terapia, lo medicaron, pero también eran estrictos, exigentes y en ocasiones poco emocionalmente disponibles.

En su confusión, Kip escribió en su diario, mis padres me aman, pero no me entienden, nadie me entiende.

Y entonces el quiebre, una tarde cualquiera, Kip le disparó a su padre en la cabeza, luego esperó a que su madre regresara a casa y le disparó a ella también.

Después durmió junto a los cuerpos, al día siguiente fue a la escuela, con un rifle escondido en su abrigo, con la mente partida entre la culpa, la rabia y las voces.

¿Podemos culpar a este adolescente que vivía atrapado en su propia mente? ¿O debemos culpar al sistema que falló en escucharlo a tiempo? Kip Kimkel no es solo el nombre de un asesino, es también el reflejo más oscuro de una verdad que incomoda.

Cuando no tratamos la salud mental en la infancia, creamos bombas de tiempo con rostro inocente.

Y quizá lo más inquietante no es lo que hizo, sino que podría volver a ocurrir.

¿Pero qué pasó en esa casa, en esa mente, en esa comunidad? ¿Fue un brote psicótico, un crimen anunciado, un sistema que falló una y otra vez? Esta no es solo la historia de un tiroteo escolar, la historia de las voces que nadie escuchó a tiempo, de las cicatrices que no se ven, del dolor que se hereda generación tras generación hasta que explota.

Soy Silvia Black y esto es La Cara del Mal.

Nos trasladamos al 30 de agosto de 1982.

En el apacible corazón de Oregón nació Kiplan Philip Kimkel.

Para la mayoría simplemente sería Kip, un niño más en una familia aparentemente ideal.

Hijo menor de William y Faith Kimkel, ambos reconocidos por la película.