Cuentos con valor 2 - Las dos palabras 196v3m

Las dos palabras. Hace siglos existió un monasterio de gran rigor. Entre sus solemnes muros reinaba un voto de silencio que prohibía toda palabra hablada. Dentro de este código de silencio había una única excepción. Una vez cada diez años se concedía a los monjes permiso para pronunciar tan solo dos palabras. Tras toda una década de dedicado servicio un monje se acercó al maestro.

—Ha pasado una década —constató el maestro—. ¿Qué dos palabras pronunciarás? —Cama dura —transmitió el monje con brevedad contemplativa.

—Entiendo —contestó el maestro—. Pasaron otros diez años y el monje se dirigió al maestro de nuevo.

—¿Qué dos palabras te gustaría decir esta vez? —preguntó el maestro—.

—Decada horrible —respondió el monje otra vez.

—Muy bien —dijo el maestro—. Una nueva década transcurrió y el monje volvió, como siempre, a acercarse al maestro.

—Dime, ¿qué dos palabras marcan el paso de esta década? —Me voy —declaró el monje—.

—Ah, tu razonamiento es obvio —respondió el maestro sin inmutarse—. Tus lamentaciones eran interminables y está claro que aguantar en este mundo estaba más allá de tu capacidad.

¿Qué posibles enseñanzas nos deja este cuento de las dos palabras? La primera de ellas es la comunicación y el poder del lenguaje. La historia pone, si te das cuenta, de relieve el lenguaje. La limitada capacidad de pronunciar tan solo esas dos palabras cada diez años te plantea una serie de interrogantes muy profundos sobre la importancia de las palabras que podemos transmitir con ellas nuestros pensamientos y de cómo su elección va a moldear nuestro mensaje hacia otros, hacia nosotros mismos y nuestra forma de ver la vida.

Otra de las enseñanzas que nos enseña este cuento es el sufrimiento y la perspectiva.

A pesar de solo poder decir dos palabras cada diez años, el monje siempre elige comunicar el malestar o la decepción, si te das cuenta, nunca pone el foco en lo positivo. A menudo nos sentimos como el monje de esta historia. No te pasa que decidimos centrarnos solo en lo malo. Así acabamos inmersos en una espiral de quejas inútiles, de lamentaciones y negatividad constante y de ese ciclo no vamos a salir. Y esto, por ende, nos va a afectar a nosotros mismos y va a reducir la calidad del tiempo de que pasamos con los demás y en este mundo.

Por lo cual, ¿no sería más beneficioso, digo, pregunto, pensar también en los aspectos positivos o al menos aprovechar esta vida de una forma en la cual podamos aportar valor o transformación? Es fundamental dar de tiempo, sentir, aceptar las emociones. A la vez es importante vivir de forma consciente, sabiendo que nos pasa, y darnos cuenta de que si hemos entrado, porque a mí y a todos nos pasa en esa espiral improductiva que es la mente y la negatividad, poder salir de ese pilote automático que nos marca.

Solo así podremos pisar el freno. ¿Qué es pisar el freno? Romper esta dinámica. Sustituyendo conscientemente las quejas constantes por pensamientos que aporten valor. Y aquí te hablo siempre de la fortaleza de la gratitud, porque agradeciendo y enfocándote en lo positivo que te da la vida constantemente y a diario, vas a poder salir de este bucle en el cual entró aquel monje de las dos palabras.

Bueno, bueno, bueno. Si te ha gustado, gracias por compartirlo, gracias por tus comentarios y nos vemos en el próximo cuento con valor, que es producto del regalo de mis compis del cole que vinieron a verme el lunes pasado. Te mando un abrazo de luz enorme.

Chau.