
Viernes 6 de junio - Juan 21, 15-19. Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas. 1j2y1m
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Meditación del día 6 de junio de 2025 Palabra de Vida 1361u
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Apacienta mis cordeos, pastorea mis ovejas.
Es Jesús el que le pregunta a Simón Pedro, ¿me amas? Es bonito, y el papa León XIV lo comentaba en su primera homilía como pontífice en la inauguración del pontificado, que Jesús utiliza el verbo, Simón, ¿me amas?, y utiliza un verbo griego que significa el amor que existe en Dios, y sin embargo Pedro le contesta con un te quiero, que es el amor que existe entre los hombres.
En todo caso el amor divino se encuentra con el amor humano y como consecuencia de ese encuentro dice Jesús, sí, me amas, apacienta, pastorea, y no solamente a las ovejas que ya son autónomas, que se valen por sí mismas, sino también a los corderitos, los que necesitan más porque se cansan, porque todavía tienen que tomar leche, en definitiva, no se puede decir que se está en comunión con Dios si esa comunión con Dios no provoca una necesidad de cuidar, de pastorear, de apacentar, de preocuparse, de ocuparse en mis hermanos los hombres.
Y por eso siempre el crisol de la comunión con Dios ha sido la caridad con los hermanos. El evangelista San Juan insistía mucho, años después de terminar la vida de Jesús, su resurrección y ascensión al cielo, escribía cartas y decía, amémonos unos a otros, todo el que ama ha nacido de Dios, porque Dios es amor, y el que no ama no conoce a Dios. Y de hecho decía, en esto conocemos que el amor de Dios está en nosotros, en que nos importan nuestros hermanos, en que amamos a nuestros hermanos.
Y por eso la tarea de Simón Pedro, la tarea de cualquiera que diga, Señor, yo te quiero, es la tarea de apacentar y de cuidar. En eso se concreta el amor de Dios. Y por eso sí, Dios no nos pide que seamos pluscuamperfectos en oración, Dios no nos pide que seamos perfectamente castos, obedientes, pobres. Dios nos pide que nos importen los demás. Dios nos pide que estemos volcados en sus vidas, que realmente, sin tener intromisiones, que las cosas de los demás las hagamos nuestras, que nos impliquemos con sus vidas, que les queramos y que les cuidemos, si está en nuestra mano cuidarles, sin omitir jamás ningún acto de caridad hacia nadie.
Esto nos tiene que llevar, fijaos que estamos ya muy al final del tiempo de Pascua, hoy es viernes y nada, dentro de dos días celebraremos la solemnidad de Pentecostés y con esta fiesta tan preciosa termina el tiempo de la Pascua. Pero qué bonito es que todos estos días, en honor del Señor resucitado, nos hemos llenado del amor de Dios en el sentido más bonito y más profundo de la palabra para llenarnos también de amor a los hermanos.
Simón, ¿me amas? Simón, ¿me quieres? Y Simón, Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que yo te amo. Y entonces dice, pues venga, ya que me amas, aprovechate de que tienes un amor muy grande por mí para amar lo que yo amo, para implicarte con lo que yo me implico, para identificarte conmigo. Siempre los que se aman se quieren identificar y tienen proyectos comunes. ¿Y qué proyecto tenemos en común Cristo y nosotros? Que nos importan las personas, que las queremos de verdad, sin mirar riquezas, pobrezas, cultura, razas, amamos a los seres humanos porque todos son amados de Dios.
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